Waldorf Feldenkrais. Vistas sobre el panorama de la Educación en Movimiento

 

Los últimos enfoques sobre Educación coinciden en señalar al movimiento como un aspecto fundamental para el desarrollo sano de los niños.

Incluso el famoso -y muy cuestionable- síndrome de TDAH, se aborda con éxito creando espacio-tiempo dentro del aula para que los niños hagan sus trabajos de pie, o sentados en una bici estática, o con permiso para caminar por la sala de vez en cuando. Pinceladas de movimiento, que empiezan a colorear la educación tradicional, históricamente centrada en un desarrollo cognitivo divorciado del espacio a las destrezas motoras.

Volver a unir el movimiento con el aprendizaje, a luces de las pedagogías contemporáneas, es fundamental. Las personas en los primeros años de vida necesariamente aprendemos a través del cuerpo en movimiento. Aprendemos sobre nosotros mismos y aprendemos sobre el entorno. Se establecen relaciones, se toman medidas, se investiga científicamente desde cada prueba y error, repitiendo una y otra vez, tal como hacemos en una serie de autoconsciencia a través del movimiento.

 

Pickler-Steiner-Feldenkrais

Originalmente los niños entraban al jardín Waldorf a los tres años. Actualmente la la misma pedagogía invita a las madres a dejar a los niños en salas cuna, entendiendo que la mirada antroposófica es un gran apoyo para bebés que necesitan ser cuidados mientras sus madres y padres, en el marco laboral actual necesitan de terceros para cuidar a sus bebés.

Para esto primeros estados del desarrollo y aprendizaje, es fundamental la investigación de Emy Pickler, presentada en el libro “Moverse en Libertad”. Esta pediatra desde mediados del siglo veinte, siendo directora de un hogar de niños o casa-cuna, pudo proponer aspectos no considerados hasta entonces en el desarrollo de las habilidades motoras de los bebés. Así como aspectos de la relación entre los adultos cuidadores y los niños en su primera infancia hacia un desarrollo más sano, basado en la escucha de las necesidades de los niños.

A grandes rasgos comprobó que el bebé se desenvuelve mejor cuando aprende por si solo cada fase del movimiento. Sin ser “apurado” por adultos obsesionados con el logro. Los hitos del desarrollo del movimiento como rodar, reptar, sentarse, pararse o caminar al propio ritmo de cada individuo influye en que lo logren en mayor autoconsciencia y dominio corporal. Al realizar sus actividades en forma autónoma, en interacción espontánea con el entorno, sin intervención o dirección, el niño o niña es su propio guía en el proceso de desarrollo psicomotor. Conquista sus posturas y movimientos por si solos en adecuado estado de madurez psico-física.

Un aspecto interesante es la relevancia de las transiciones entre una posición a otra, momentos en lo que el niño o la niña investigan, prueban, repiten, fracasan reintentan: aprenden.

“Desde que nace, a alcanzar la verticalidad y la marcha estable con equilibrio tónico, buena coordinación, con plena conciencia de sí mismo y de su entorno, al tiempo que integra vivencias de éxito y competencia, que nutren su autoestima y sensaciones de placer y bienestar, que anclan su confianza básica en el adulto.”

También destaca Pickler la importancia de que el niño y la niña puedan explorar sus movimientos en un entorno apropiado. Seguro, con espacio suficiente y con vestimenta apropiada que les permita moverse cómodos, entre adultos atentos a sus necesidades, que no intervienen sino están presentes para acompañar y cuidar.

 

 

En Waldorf

Rudolf Steiner, fundador de la pedagogía Waldorf es claro al plantear que “lo único que tenemos que hacer en educación es desarrollar al hombre motor, así como una parte del torácico, pues es a ellos dos a los que incumbirá luego despertar al hombre cefálico.”

Steiner describe la voluntad como un movimiento interno que pasa por las cuatro partes del ser humano y al final se convierte en acción. Idealmente se origina como intención en el ego… En el cuerpo astral, la voluntad adopta la cualidad de interés de moverse internamente. Interesarse por las cosas es una actividad de sentir voluntad, por tanto, la intención y el interés trabajan en el cuerpo etéreo, el cual actúa como fuerza impulsora dentro del cuerpo físico. Esta fuerza causa la acción en sí. En la acción misma, la voluntad como proceso del movimiento termina y pierde su cualidad de actividad interna.

El movimiento en su versión externa, la acción el movimiento de las extremidades lo causa una «fuerza», mediante la cual el ego se imprime en la estructura muscular y ósea del cuerpo físico (Foundations of Human Experience, ponencia 12)

Así entonces, quienes hemos trabajado en base a esta pedagogía, desarrollamos actividades físicas relacionadas con cada etapa de la evolución de las crianzas, donde el foco es armonizar gradualmente el gesto desde el interior al exterior, vincular el arriba y el abajo, atrás y adelante, derecha izquierda. Desde los primeros años integramos elementos que incentiven uso del propio cuerpo en movimiento. Juego libre, caminatas, rondas y entornos apropiados.

Durante los tres primeros años de vida de los niños, tal como plantea Pickler, la exploración del movimiento ininterrumpido «desde el interior hacia el exterior» es la condición previa para el desarrollo del sentido de libertad del niño, por lo que se recomienda no intervenir, no interrumpir la propia exploración del niño o la niña.

Avanzando por las distintas edades, el Movimiento está siempre presente. Se practica la Euritmia, el Arte de la Palabra, uniendo voz y movimientos, desde los tres años en que las crianzas están abiertas ya a la imitación.

Junto con el desarrollo de la lectoescritura desde los seis o siete años, movimientos que describen sonidos e interpretan conceptos, ideas, versos, canciones o poesía. Con base en el conocimiento aportado por la Antroposofía, se realiza la gimnasia Bothmer, orientada al desarrollo del cuerpo sensible en conexión con el todo. Facilita el ejercicio hacia el cambio de la postura, adquisición del estar erguidos y de los movimientos internos y externos. Aquí son importantes las formas geométricas, así como el balance o equilibrio y el desarrollo de destrezas que permitan vincular y abrir el diálogo entre el centro de la persona, con las energías creadoras del universo.

Siempre el vínculo con el maestro es central. Hasta los siete años de vida el niño aprende por imitación; todo lo que está a su alrededor lo absorbe y lo integra sin un filtro racional o consciente. 

Entonces, siguiendo el aporte de la somática, de Thomas Hanna surge la pregunta sobre lo que estamos expresando a través de nuestros gestos, posturas y acciones con los niños. Si nuestros movimientos son armoniosos, si las actividades que nos proponemos o que los pequeños niños nos exigen, nos resultan fáciles o posibles.

Pienso en la ventaja de tener a mano, con Feldenkrais, el repertorio verídico funcional -y no solo interpretativo o lúdico- de la gama de movimientos de las fases evolutivas del movimiento. Los hitos motores y sus transiciones y poder revisitar jugando con los niños el movimiento del ser invertebrado, pez, anfibios, reptiles, aves y cuadrúpedos. Permitiendo a la vez que las memorias antiguas aparezcan para ser conscientes, en nosotros como adultos. Cuál es mi impronta: ¿actúo como buitre, como rana o como tigre?

Hacia el segundo septenio esta consciencia de si del maestro es sumamente importante. En esta etapa, entre los siete y catorce años, desde que los niños cambian los dientes y se liberan fuerzas formativas para los nuevos aprendizajes, es importante el rol de una maestra o maestro autoconsciente. El ideal básico que se destaca en el segundo septenio es la belleza. En forma global, se hace especial hincapié en el desarrollo de su sistema rítmico, se utiliza justamente el ritmo para transmitir las enseñanzas. La virtud básica del segundo septenio es la predisposición al amor, lo que lleva a la veneración y a la devoción, virtudes humanas esenciales junto al pensamiento, la deducción, que vendrán más adelante. Al maestro los niños lo reconocen y aprecian como una “autoridad amada”. He podido comprobar mediante la experiencia que un vínculo de estas características, prospera cuando los jóvenes en potencia reconocen una mayor coherencia entre el decir-pensar y actuar de los adultos. Un círculo continuo, los elementos de la acción que describe Feldenkrais y que se trabaja en cada lección de ATM.

 

 

Feldenkrais en el cuerpo (del) docente

En paralelo al entrenamiento de Feldenkrais en Colombia, actuaba como maestra de primer septenio, de una iniciativa de educación Waldorf autogestionada, que habíamos iniciado el año anterior, entre siete familias. Recién estaba integrando aprendizajes de la formación de maestros Waldorf.

Desde el primer año de entrenamiento, con este proyecto en curso, y durante el tiempo que duró la formación, me sentí como el gato de las botas de siete leguas avanzando por el calendario. Todo ocurría a gran velocidad y las experiencias y aprendizajes se iban instalando como nuevos programas y aplicaciones en mi disco duro en reformateo.

En cada regreso traía como un baúl lleno de papeles, notas recuerdos imágenes cosas que sirven y otras que tal vez sirvan, pero que aún no sabes cómo. Cómo aplicar estos nuevos aprendizajes elementos para una pedagogía del Ser en movimiento.

Inmediatamente fui observando las múltiples coincidencias entre los planteamientos de Feldenkrais y una pedagogía fundada en la consciencia, en la propia toma de consciencia, en la observación del otro desde sí mismo, orientado al pleno desarrollo del potencial humano.

En el contexto de la propia experiencia, lo primero fue aplicar en la práctica diaria todo lo aprendido. Partí la formación aquejada por las restricciones de una hernia lumbar. Mientras el proyecto escuela me desafiaba al trabajo en huerta, construcción, caminatas, trabajo físico en una constancia que nunca había tenido. Enajenada como estaba de la comprensión de la física y mecánica del uso del propio cuerpo como herramienta, fue un gran soporte revisar a cada paso el uso de la fuerza para las necesidades de la vida práctica.

Lo que al principio del entrenamiento era la pregunta abierta, el sinfín de posibilidades, se fue rápidamente ordenando en torno a la pregunta de cómo uso mi cuerpo y como lo relaciono entre sus distintas partes, donde encuentro señales de sobre-esfuerzo, y gradualmente ir integrando los conceptos de la disponibilidad, del uso de la gravedad, de las líneas de fuerza. Cada módulo lo traía in-corpo-rado y lo ponía en la práctica viva y creadora. Habilitando capacidades para el uso eficiente de la fuerza, y un mayor rendimiento.

Como experiencia concreta en lo pedagógico, tuve la oportunidad de hacer un curso de movimiento con el grupo de los niños más grandes. Durante algún intermódulo del entrenamiento en Cali y como complemento a su clase de zoología, desarrollé algunas experiencias en base a estados evolutivos, como correlato de nuestro propio desarrollo del ser humano. Utilizando movimientos desde el pulsar, y explorando desplazamientos reptando, gateando o en cuatro apoyos, hasta el erguirnos y crear armoniosa coordinación entre todos. Fue muy interesante ver la fascinación, con las sensaciones y el juego, como también a veces alguna incomodidad con los estados menos “evolucionados”, menos en línea con el propio despliegue hacia estar erguidos, de los niños en este momento. Oportunidad para todos de recordar y reconocerse, de jugar realizando movimientos antes menos explorados o que a veces ni siquiera tuvieron la posibilidad de experimentar libremente. Dar la oportunidad a niños grandes a volver a reptar y gatear, a rodar sobre la espalda y resolverse, fue sin duda un aporte para estos jóvenes y su autoimagen en formación. Considerar que ya hacia la pre pubertad y luego la adolescencia temprana todo es cuerpo. Cambios de todo tipo, descoordinación y definitivas transformaciones.

Integrando entonces lo que iba aprendiendo, a mi práctica con el movimiento en nuestra escuela, puedo decir con la certeza que las metodologías de movimiento utilizadas en la pedagogía Waldorf, como la Euritmia y la Gimnasia Bothmer se nutren y crecen a través de la Autoconsciencia por el Movimiento y la Integración Funcional de Feldenkrais. Aportando coherencia, ampliando tanto las posibilidades de observación como la autoridad interna. Otorgando más verdad, sintonizando cada movimiento creado para comunicar, o para disponer el vehículo del alma. No ya como metáfora o como ideal, sino concretamente. Vinculándonos con el suelo, la Tierra. Al hacernos conscientes de la gravedad y al utilizarla a través de nuestra estructura esqueletal, hacia la levedad, al erguirnos sin esfuerzo. Adecuando los tonos musculares para realizar movimientos armoniosos y bellos, que trascienden de la forma, aportando verdad, belleza y sentido.

Todo Feldenkrais puede ser un aporte en estas etapas de la educación, con una necesaria adecuación de las ATM a un tono quizás un poco desafiante, creativo o lúdico. Flexibilizando los timings, en contexto Waldorf, pasándolo por el cedazo del maestro.

Lo anterior son las miradas que puedo realizar de los niveles pre escolar y de primaria, etapas en las que personalmente he podido trabajar, aunque sin dudarlo podría proyectar hacia las etapas siguientes, en las que los jóvenes van desarrollando cada vez más sus capacidades intelectuales, integrando, lo que antes se desarrolló como acciones menos conscientes, la vivencia pura del movimiento en el mundo, más tarde a través del emocionar, el sentir la armonía y el ritmo, pueden completarse con el pensamiento deductivo, la comprobación científica, práctica permanente en Feldenkrais. Así también la autoconsciencia como base en el relacionar humano, al aportar luces sobre el ser en relación con el otro y con el mundo.

 

El cuerpo social.

La comprensión desde la integración funcional, como las partes interrelacionadas al servicio del todo y la vivencia, desde el soma, de mi misma, en mi relación con el entorno, con el otro. Me brinda la experiencia somática del colectivo, funcionando interrelacionados para el todo: nuestra escuela.

Quizás lo primero al observarme y observar a los otros adultos, en el contexto de nuestra construcción, esta neo escuela, bajo el concepto de entorno educador. Es que los adultos, como primer entorno del niño estamos obligados a la autoconsciencia permanente en nuestro hacer, sentir y pensar.

Aprender a reconocer cualidades de los otros cuerpos, a través de la propia experiencia del movimiento, al entrar sin palabras desde el toque, me dio herramientas que poco a poco empecé a utilizar en el grupo.  La intención de aportar a los demás desde lo que aprendía en el proceso de la formación, era cada vez más punzante mientras iba adquiriendo herramientas de Integración Funcional. Esta inquietud vino también con darme cuenta de grandes preguntas que traía de cada módulo.

Ofrecí la experiencia de la Integración Funcional cada semana, como propia investigación a las compañeras, madres y padres del Entorno Educador, un laboratorio y a la vez una nueva ventana de re conocernos como seres más o menos somáticos. Las dudas en esta práctica aparecían como silencios profundos o repentinas sorpresas.

Me encontré con algunas personas, las menos, muy interesadas y abriéndose para incorporar la toma de consciencia por el movimiento, otras simplemente ignorándola, otras demasiado ocupadas en el hacer compulsivo, para detenerse, sentir y escucharse.

El silencio y la escucha en cambio, cada vez más importantes para mí, más el propio referente para la acción y la toma de decisiones. Con ello también se generó una diferenciación con el respeto al resto del cuerpo colectivo. Pude sentir que en algunos casos ocurría una fuerte integración funcional entre partes y en otros casos vivenciar despliegues muy disímiles, hasta incoherentes, a partir de la propia toma de consciencia. Empezó a incomodarme la falta de pausas en mí y en el grupo. Clamaba por más reflexión y toma de decisiones en base a una observación colectiva de nuestras funciones como cuerpo social. Plantearnos las preguntas del cómo hacemos lo que hacemos, evaluar si las muchas tareas que emprendíamos estaban en el plano de lo posible, lo fácil o lo bello. En el proceso, el nacimiento de mi hija y el necesario recogimiento para ver todo esto en perspectiva y dejar ahí lo sembrado.

Mi propia perspectiva cada vez más instalada desde el cuerpo y la consciencia, sigue reconociendo los propios hábitos y los otros y observando al todo como colectivo vivo. Sigue siendo una pregunta abierta, de una investigación que me parece muy necesaria en este tipo de proyectos de transformación social, en nuestro mundo en rápida evolución.

Aprendizaje y aplicación directa, experimentación y preguntas. Y volver a preguntar… así me siento todavía en estos días. Practicando ATM´s encuentro respuestas y más preguntas, en un proceso recursivo de mover para transformar y reconstruir. Me siento en plena exploración y a unos pasos de realizar más trabajo de autoconsciencia con jóvenes hacia la educación emocional. Más preguntas vendrán entonces, más reflexiones y más experiencias.

…Siempre continuará.

 

 

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